Las transformaciones sociales, políticas y culturales de los últimos años han traído aparejado el incremento de la (in)seguridad en los grandes centros urbanos y también en sectores rurales. Sumados a los altos niveles de pobreza, desigualdad socioeconómica, la aceleración de urbanizaciones irregulares, el tráfico y el uso de drogas ilícitas y la disponibilidad de armas, son factores que inciden en la generación del contexto para el desarrollo de conductas delictivas.

La transformación de las dinámicas y condiciones de vida sociales, producto de los factores mencionados, implica la necesidad de un cambio en las estrategias de prevención del delito.

En este sentido, resulta necesario contribuir a una mirada integradora de la problemática, proponiendo la fusión de técnicas tradicionales con el uso de tecnologías y análisis de los comportamientos más complejos de la criminalidad.